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La primera declaración de Bashar al-Assad tras huir de Siria Una defensa de su legado
En su primera declaración pública desde que huyó de Siria, el ex presidente Bashar al-Assad ha ofrecido una defensa de su liderazgo y ha negado cualquier plan premeditado para abandonar el país durante los últimos días del conflicto sirio. Esta declaración, que según se informa fue divulgada a través de los canales oficiales del gobierno sirio, arroja luz sobre los eventos que rodearon su partida, la guerra civil en curso y sus puntos de vista sobre su rol en el estado sirio.
La declaración de al-Assad rechaza categóricamente las afirmaciones de que su salida fue planeada o que huyó de la capital durante las últimas etapas del conflicto. Aseguró que permaneció en Damasco hasta las primeras horas del 8 de diciembre de 2024, mientras los combates entre las fuerzas gubernamentales y los grupos de oposición se intensificaban. Según el ex presidente, a medida que las fuerzas rebeldes, a las que se refirió como "fuerzas terroristas", avanzaban sobre la capital, él se trasladó a una base militar rusa en Latakia para seguir supervisando las operaciones de combate. Sin embargo, la base fue supuestamente atacada por drones de la oposición, lo que llevó a Moscú a solicitar una evacuación inmediata. La evacuación, continuó la declaración, se realizó un día después de la caída de Damasco, cuando las últimas posiciones militares se desplomaron y las instituciones del estado cayeron en un completo caos.
Este relato, aunque significativo, no ha sido verificado de manera independiente, y las declaraciones de al-Assad no han sido acompañadas de ninguna aparición pública desde que él y su familia recibieron asilo en Rusia.
El momento de la declaración coincide con importantes desarrollos sobre el terreno en Siria. En noviembre de 2024, las fuerzas de oposición, lideradas por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), lanzaron una ofensiva rápida desde la provincia de Idlib, capturando una serie de ciudades con poca resistencia por parte de las fuerzas gubernamentales sirias. La ofensiva culminó con la caída de Damasco, lo que marcó el fin de más de cinco décadas de control del poder de la familia al-Assad en Siria.
La presidencia de Bashar al-Assad, que comenzó en 2000 tras la muerte de su padre Hafez al-Assad, estuvo marcada por una guerra civil brutal y prolongada. Lo que comenzó en 2011 como protestas pacíficas durante la Primavera Árabe rápidamente se convirtió en un conflicto violento que fracturó el país y cobró cientos de miles de vidas. La guerra también desplazó a millones de sirios, muchos de los cuales buscaron refugio en el extranjero. A lo largo de este período, grupos de derechos humanos acusaron al gobierno sirio de violaciones generalizadas de derechos humanos, incluyendo el uso de armas químicas, tortura y ejecuciones masivas. Muchas de estas presuntas violaciones fueron destacadas por los grupos de oposición y las organizaciones internacionales, especialmente en los meses previos a la caída de Damasco.
En su declaración, al-Assad se mostró desafiante, afirmando que su gobierno había sido una fuerza necesaria para proteger a Siria. Se refirió a sí mismo como el "custodio" de un proyecto nacional que insistió en que era respaldado por la mayoría de los sirios. "He mantenido una convicción inquebrantable en su voluntad y capacidad para proteger al estado, defender sus instituciones y mantener sus elecciones hasta el último momento", declaró. Además, enfatizó que en situaciones en las que el estado cae en manos de lo que él calificó como "terrorismo", cualquier posición de poder se vuelve "vacía de propósito."
A pesar de sus afirmaciones de apoyo continuo, la realidad del estado fragmentado de Siria sugiere que el legado de al-Assad es mucho más complejo. En las etapas finales de la guerra, los informes desde el terreno pintaron un panorama de un país profundamente fracturado, con muchos sirios que ya no veían al gobierno como un protector, sino como un perpetrador de un sufrimiento inmenso. Las fuerzas de oposición, incluida HTS y otras facciones rebeldes, han logrado avances significativos en la recuperación de territorios que antes estaban bajo control del gobierno, con observadores internacionales señalando que el colapso de las estructuras estatales en muchas regiones ha dejado un vacío de poder.
La guerra, que ha durado más de 13 años, ha dejado cicatrices profundas en el tejido social de Siria. El descubrimiento de fosas comunes, la liberación de detenidos de las prisiones del gobierno y la continua desaparición de decenas de miles de sirios que se cree estaban bajo custodia del gobierno han alimentado la creencia entre muchos sirios y grupos internacionales de derechos humanos de que el gobierno de al-Assad fue responsable de graves violaciones.
Sin embargo, en su defensa, al-Assad insistió en que sus esfuerzos estaban alineados con un proyecto nacional más amplio, afirmando que siempre había buscado preservar la soberanía de Siria y las instituciones que se habían establecido bajo el gobierno de su padre. "Cuando el estado cae en manos del terrorismo", argumentó, "la capacidad de hacer una contribución significativa se pierde, y cualquier posición se vuelve sin sentido."
La declaración es un recordatorio claro de la profunda división ideológica que ha definido el conflicto sirio. Para al-Assad, su salida de Siria no fue una retirada, sino un paso necesario para preservar su legado y proteger lo que considera los valores fundamentales de la nación. Para muchos sirios, sin embargo, el fin de su gobierno marca un nuevo capítulo, uno que podría definir finalmente el futuro del país. Si la declaración tendrá algún impacto duradero en el panorama político de Siria sigue siendo incierto, pero sirve como un símbolo potente de la lucha continua entre los restos del antiguo régimen y las fuerzas que han estado luchando por una visión diferente del futuro de Siria.
Mientras el país sigue reconstruyéndose y enfrentando las consecuencias de la guerra, el legado de Bashar al-Assad y el gobierno de la familia al-Assad durante décadas sigue siendo un tema profundamente controvertido. Ya sea visto como un defensor de Siria o como un dictador que condujo al país a una de las peores crisis humanitarias del siglo XXI, su declaración marca un momento crucial en la compleja y trágica historia moderna de Siria.