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La dignidad de Túnez en juego: la invasión turística argelina

La dignidad de Túnez en juego: la invasión turística argelina
Miércoles 16 - 17:20
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La República Tunecina parece estar despojándose de sus últimos vestigios de dignidad, desplegando una alfombra roja para los turistas argelinos empobrecidos, que llegan de una tierra marcada por la escasez y el caos. Su entrada en Túnez es celebrada por los medios oficiales y los funcionarios de aduanas como una "victoria deslumbrante", a pesar del desorden y la arrogancia que traen consigo.

Las declaraciones oficiales añaden otra capa de absurdidad. El presidente argelino Abdelmadjid Tebboune, hablando con una elocuencia sin vida, afirma que el turismo requiere de una columna vertebral flexible para acomodar a los visitantes extranjeros. Sin embargo, no se refiere a Europa o Asia, sino a Túnez, que continúa inclinándose ante los caprichos del turismo argelino de bajo costo. Este aumento de visitantes no aporta beneficios tangibles, sino que provoca quejas de los hoteles por daños a la propiedad, informes de acoso sexual, llamadas a la policía por disturbios, robos en farmacias y disputas ruidosas en los mercados.

En 2024, tres millones y medio de argelinos invadieron Túnez, no para explorar su cultura o impulsar su economía, sino para dejar atrás basura, preservativos usados y una mentalidad anárquica, como si participaran en una feria caótica desprovista de reglas.

Túnez recibe a estos visitantes como si fueran una fuente de divisas fuertes, pero en realidad representan una carga pesada para la economía, la imagen y la reputación del país. El régimen tunecino actual parece indiferente a la dignidad. El presidente Kaïs Saïed, con sus discursos vacíos y su mirada perdida, ha entregado la nación a vecinos malévolos, aceptando el papel de "anfitrión silencioso" que no se atreve a exigir respeto a sus invitados.

Los privilegios otorgados a los turistas argelinos en Túnez son nauseabundos: exenciones fiscales, trato preferencial en las fronteras y total impunidad. Parece que operan por encima de la ley, transformando a Túnez en un destino vacacional gratuito para el blanqueo de dinero y una "afrenta a la dignidad nacional". Mientras tanto, los tunecinos comunes enfrentan desempleo, precios desorbitados y servicios en declive, observando cómo su país es consumido como una prostituta barata por un vecino ingrato, que responde con desprecio, interferencia e incluso financiando mercenarios.

Informes sugieren la presencia de miles de combatientes del Polisario, financiados por Argelia, en suelo tunecino, avivando el descontento social.

Así, Túnez se ha convertido en el patio trasero de los fantasmas del régimen militar argelino, reducido a un mero peón en un tablero de ajedrez donde Kaïs Saïed representa solo vacío: una pieza olvidada manipulada por generales que han colocado a Tebboune como un frente de cartón, considerando a Túnez como una simple extensión geográfica.

Y Kaïs, el naïf, está contento con su suerte, siempre que nadie le pregunte por qué se pisotea la soberanía nacional.

En cuanto a los argelinos en Túnez, sus escándalos continúan acumulándose: acoso sexual, destrucción de mobiliario hotelero, fraude en facturas, tráfico de drogas y alcohol, y videos nocturnos comprometedores que proliferan en las redes sociales. Sin embargo, los medios oficiales guardan silencio, tratando al turista argelino como intocable.

Este es el estado actual de la nueva Túnez: un estado que se dobla, un pueblo indignado, y turistas argelinos que se regocijan sobre las ruinas de la dignidad, mientras Kaïs Saïed lee la Constitución como si fuera una colección de poesía, y Tebboune imparte lecciones de turismo como si tuviera un diploma de un instituto suizo. Es un escenario digno de una película: "Túnez – Argelia: una comedia negra interminable."

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