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La inercia política de Argelia: dogmas que frenan el progreso

09:50
La inercia política de Argelia: dogmas que frenan el progreso
con un bolígrafo: Dakir Madiha
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Argelia enfrenta una ideología política profundamente arraigada que frena el progreso y aísla al país en el escenario global. A pesar de los repetidos esfuerzos de Marruecos para mejorar las relaciones, el liderazgo argelino sigue atrapado en una narrativa rígida nacida de su pasado revolucionario.

Durante el 26º aniversario del Día del Trono, el rey Mohammed VI renovó su llamado a la reconciliación, instando a los líderes argelinos a adoptar el diálogo y la cooperación. Este mensaje refleja el compromiso constante de Marruecos con la diplomacia, pero el liderazgo de Argelia, arraigado en las doctrinas del Frente de Liberación Nacional (FLN) y el Ejército Nacional Popular (ANP), ve el compromiso como una señal de debilidad.

Un legado de dominio ideológico

Desde su independencia, Argelia ha sido gobernada por una ideología revolucionaria que posiciona al FLN y al ANP como los únicos protectores de la unidad nacional. Esta narrativa, centrada en el antiimperialismo y los ideales socialistas, permanece inalterada a pesar de los cambios globales y el descontento interno. El FLN y el ANP monopolizan el poder, controlando el aparato estatal, los medios, la educación y la diplomacia. Los críticos de este sistema enfrentan acusaciones de traición, asegurando que se mantenga el statu quo.

La identidad revolucionaria del país alguna vez le otorgó reconocimiento global como defensor de los movimientos anticoloniales durante la Guerra Fría. Sin embargo, este prestigio disminuyó tras los disturbios internos, incluidas las protestas de 1988 contra la corrupción y el desempleo, y la posterior guerra civil de los años noventa. A pesar de las reformas constitucionales y la apariencia de pluralismo político, nunca se logró una verdadera democracia, ya que el ejército intervino para mantener el control.

Resistencia al cambio

Mientras que muchos estados socialistas adoptaron reformas, Argelia se ha resistido. Los intentos de liberalizar la economía han beneficiado a una élite selecta, profundizando la frustración entre la población. El movimiento de protesta Hirak, que comenzó en 2019, sigue desafiando el dominio autoritario del régimen, pero las reformas significativas siguen siendo inalcanzables.

En el escenario internacional, la política exterior de Argelia es igualmente rígida. El apoyo del estado al Frente Polisario y su oposición a las reclamaciones territoriales de Marruecos sobre el Sáhara reflejan una postura ideológica más que una diplomacia pragmática. Estas posiciones han tensado las relaciones con socios regionales y globales, aislando aún más al país.

Una oportunidad perdida para el diálogo

En una reciente entrevista, el presidente Abdelmadjid Tebboune descartó la idea de una política exterior pragmática, reforzando el compromiso de Argelia con sus posiciones ideológicas. Su retórica subraya la falta de disposición del liderazgo para adaptarse a las realidades geopolíticas modernas o participar en esfuerzos de reconciliación.

Sin embargo, las iniciativas del rey Mohammed VI se perciben como un gesto de buena voluntad hacia el pueblo argelino, pasando por alto a la élite político-militar arraigada. El enfoque marroquí enfatiza la historia compartida y la cooperación regional, pero el liderazgo de Argelia sigue siendo inflexible en su oposición.

El camino por delante

La adhesión de Argelia a dogmas obsoletos sigue frenando su evolución política, económica y social. La postura inflexible del régimen no solo aliena a sus propios ciudadanos, sino que también obstaculiza la integración y estabilidad regional. Sin reformas fundamentales, Argelia corre el riesgo de mayor aislamiento y estancamiento.

La mano tendida del rey marroquí es un recordatorio del potencial para el diálogo y la cooperación, pero la ventana para un cambio significativo puede cerrarse a menos que Argelia reconsidere su cultura política arraigada.



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