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Administración Trump desafía orden judicial y deporta venezolanos
La administración de Donald Trump ha deportado a más de 200 presuntos miembros de una pandilla venezolana a pesar de una orden judicial que prohibía la acción, argumentando que el juez no tenía autoridad para intervenir. Los deportados estaban vinculados al Tren de Aragua, una organización criminal venezolana relacionada con secuestros, extorsión y asesinatos.
El juez James Boasberg había bloqueado el uso de la Ley de Enemigos Extranjeros, que permite expulsiones rápidas en tiempos de guerra. Sin embargo, la Casa Blanca desestimó el fallo. La secretaria de prensa, Karoline Leavitt, declaró que ningún juez puede impedir la expulsión de lo que llamó "terroristas extranjeros". Además, sostuvo que los tribunales no tienen jurisdicción sobre las decisiones de política exterior del presidente.
Expertos legales condenaron la medida, calificándola como un desafío sin precedentes al sistema de equilibrio de poderes en EE. UU. Patrick Eddington, del Instituto Cato, describió la acción como "fuera de todo límite" y la prueba más radical a la Constitución desde la Guerra Civil.
Cuando se le preguntó si su gobierno había violado la orden judicial, Trump evitó responder directamente y destacó el carácter criminal de los deportados. "Eran gente mala", declaró desde el Air Force One.
Justificación basada en seguridad nacional
El juez Boasberg había bloqueado temporalmente las deportaciones, argumentando que la ley solo se aplica a actos hostiles equivalentes a una guerra. Sin embargo, Trump defendió su decisión, asegurando que los crímenes de la pandilla justificaban el uso de poderes de guerra. "Esto es una guerra", afirmó. "Es aún más peligrosa porque el enemigo no usa uniforme".
A pesar de la orden judicial, los vuelos de deportación continuaron. En un giro inesperado, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, compartió en redes sociales imágenes de los deportados llegando bajo una fuerte seguridad, burlándose de la decisión judicial. El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, reposteó su declaración, agradeciendo su cooperación.
Este episodio refleja un conflicto creciente entre el poder ejecutivo y el judicial, generando preocupaciones sobre el abuso presidencial y el futuro del Estado de derecho en EE. UU.
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