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La inteligencia artificial se convierte en aliada del aprendizaje en escuelas primarias de Francia
En el sur de Francia, la enseñanza está viviendo una transformación singular: los alumnos resuelven problemas matemáticos dentro de una historia espacial impulsada por inteligencia artificial. En esta aventura, Clément, de 7 años, ayuda a encontrar al hijo perdido del guardián cósmico Cataclismus, resolviendo sumas y restas mientras recorre la galaxia imaginaria IA-404 desde el aula informática de su colegio.
Su maestra, Nathalie Miguel, comenzó a usar IA en el aula desde 2019, mucho antes del auge de herramientas como ChatGPT. En su clase de segundo grado en la escuela George-Sand de Colomiers, cerca de Toulouse, los estudiantes trabajan con dos programas: Mathia, para matemáticas, y Lalilo, para francés. Ambos fueron seleccionados por el Ministerio de Educación Nacional.
Durante una mañana primaveral, Clément, con gafas rojas, se concentra en resolver ejercicios en Mathia. Cada acierto le permite avanzar en un juego espacial, mientras el asistente virtual Mathia lo felicita con confeti. Cada actividad completada enciende una estrella en la galaxia, restaurando el universo de Cataclismus.
El objetivo de Mathia es reconciliar a los estudiantes con las matemáticas, disciplina que genera rechazo en muchos jóvenes franceses. Paul Escudé, cofundador de la empresa Prof en Poche, creadora del software, explica que es vital reforzar el ánimo de los niños tanto cuando aciertan como cuando se equivocan. La IA adapta automáticamente los ejercicios según el nivel del alumno, permitiendo una experiencia personalizada.
Para los más pequeños, como Inès, de 7 años, la IA es casi una figura humana que explica y guía. Esta flexibilidad resulta crucial en clases con niveles diversos, como señala Mostafa Fourar, ex rector de la academia de Toulouse, quien impulsó el uso masivo de Mathia y Lalilo en unas 1.500 aulas.
Gracias a la IA, docentes como Miguel pueden identificar rápidamente a los alumnos que requieren apoyo y a quienes pueden ayudar a sus compañeros. Los beneficios también son visibles para las familias. Olivier Zoccarato, padre de Ethan, asegura que su hijo utiliza el programa incluso los fines de semana. “Es divertido, competitivo y motivador”, comenta.
Elisa, de 8 años, añade que antes no le gustaban las matemáticas, pero ahora que disfruta usando Mathia, ha cambiado de opinión.
Frente a esta nueva realidad educativa, el inspector David Simon lo resume así: “No podemos ignorar la IA, porque los alumnos nacieron en un mundo donde ya está presente. Por eso debemos enseñarle a usarla de forma responsable desde el aula”.
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