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Ataque en Boulder reaviva tensiones sobre odio y migración
Un acto violento interrumpió una manifestación pro-Israel en Boulder, Colorado, el domingo por la tarde, reavivando el debate sobre los crímenes de odio, la inmigración y las repercusiones de la política exterior estadounidense.
Mohamed Sabry Soliman, de 45 años, fue arrestado en el lugar tras lanzar un ataque incendiario contra los asistentes al evento “Run For Their Lives”, organizado para pedir la liberación de rehenes israelíes en Gaza. Testigos afirman que Soliman gritó “¡Liberen Palestina!” antes de lanzar cócteles molotov y utilizar un lanzallamas casero.
Enfrenta cientos de años de prisión
Las autoridades lo han acusado de 16 cargos de intento de asesinato en primer grado, ocho cargos de asalto en primer grado, dos por el uso de un artefacto incendiario y otros 16 por intento de uso de dicho artefacto.
A nivel federal, se le imputa un delito de odio por presuntamente atacar a las víctimas por su raza, religión u origen nacional. Si es condenado por todos los cargos estatales con sentencias consecutivas, podría enfrentar hasta 624 años de prisión.
Doce personas, de entre 52 y 88 años, resultaron heridas en el ataque. Al menos una fue reportada en estado crítico. Las víctimas fueron trasladadas a hospitales del área metropolitana de Denver.
Durante un interrogatorio con agentes federales, Soliman admitió su responsabilidad y dijo haber planeado el ataque durante más de un año. Afirmó haber atacado a un “grupo sionista” y expresó su intención de repetir el acto.
Reacción polarizada y oportunismo político
Soliman, ciudadano egipcio residente en el condado de El Paso, Colorado, ingresó a Estados Unidos con una visa que venció hace dos años. Posteriormente obtuvo un permiso de trabajo válido hasta marzo de 2025.
Aunque este detalle poco tiene que ver con el ataque, figuras políticas lo han amplificado para alimentar discursos antimigrantes. El expresidente Donald Trump aprovechó la ocasión para exigir políticas fronterizas más estrictas y la deportación de “radicales antiamericanos ilegales”.
Críticos señalan que este discurso desvía la atención de cuestiones más amplias. El ataque ocurre en un contexto de creciente cuestionamiento a la ayuda militar y política de Estados Unidos al conflicto en Gaza, que organizaciones humanitarias califican de genocidio.
Tensiones crecientes y repercusiones más amplias
El ataque en Boulder se suma a una serie de actos violentos relacionados con el conflicto israelí-palestino. El 21 de mayo, dos empleados de la embajada israelí fueron asesinados frente al museo judío de Washington D.C. El autor, Elias Rodrigues, un estadounidense nacido en Chicago, dijo haber actuado motivado por las acciones de Israel en Gaza.
Analistas advierten sobre un patrón peligroso. Mientras Washington mantiene su respaldo a campañas militares en el extranjero, crecen los episodios de violencia interna. La violencia exportada regresa en forma de odio, extremismo y ataques de represalia.
El FBI calificó el ataque de Boulder como un “acto de terrorismo dirigido”. Se espera que las autoridades federales persigan el caso con firmeza, en medio de la presión por responder tanto al impacto interno como a las críticas internacionales contra la política exterior estadounidense.
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