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Visita simbólica de Sánchez a Melilla destaca la compleja relación aduanera
Pedro Sánchez realizará el próximo lunes una visita altamente simbólica a Melilla, donde inaugurará el nuevo hospital universitario, un proyecto anunciado hace casi dos décadas y parcialmente operativo desde hace pocos días. Más allá del ámbito sanitario, esta visita pone en primer plano la delicada cuestión aduanera que constituye el eje de las relaciones comerciales entre Marruecos y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
Es la primera vez, desde la reapertura del puesto aduanero de Melilla con Marruecos en enero pasado, que un jefe del gobierno español pisa la ciudad autónoma. La reanudación del tránsito, esperada durante más de cinco años, representaba un paso concreto en una "nueva etapa" de las relaciones bilaterales tras el cambio de postura española sobre el Sáhara en marzo de 2022. Este giro diplomático pretendía calmar las tensiones entre Rabat y Madrid. Sin embargo, en el terreno, la realidad aduanera sigue siendo fragmentaria, incompleta y condicionada por las prioridades marroquíes.
Desde el cierre unilateral de la aduana comercial por parte de Rabat en agosto de 2018, Melilla carecía de un canal formal para sus intercambios con Marruecos. La reapertura en 2024 fue recibida como una señal de distensión, pero con restricciones que generan escepticismo e incluso molestia en el sector empresarial local.
“No es una verdadera aduana comercial”, denunció Enrique Alcoba, presidente de la Confederación de Empresarios de Melilla. Según él, lo que existe actualmente dista mucho de la actividad aduanera previa a 2018: “Lo que tenemos hoy es lo que Marruecos quiere imponer: derechos aduaneros solo para ciertos sectores, ciertos días y con volúmenes limitados”. Esta afirmación refleja la frustración de los actores locales, obligados a operar en un marco difuso, unilateral y sujeto a cupos, cuando esperaban la plena recuperación de una frontera comercial fluida.
Esta situación evidencia la complejidad del proceso de "normalización" entre ambos países. Marruecos, en su lógica de reforzar la soberanía territorial, busca reconfigurar profundamente los intercambios con Ceuta y Melilla, históricamente consideradas zonas grises propicias para la economía informal y el contrabando. Rabat privilegia ahora una integración controlada en sus circuitos aduaneros, manteniendo el control sobre el ritmo y las condiciones de la reapertura.
Para Madrid, esta estrategia marroquí representa una prueba diplomática delicada. Al apoyar en 2022 la iniciativa marroquí de autonomía para el Sáhara, Pedro Sánchez pretendía asegurar los flujos migratorios, fortalecer la cooperación en seguridad y reactivar las rutas comerciales oficiales. Tres años después, el balance es desigual: la crisis migratoria registra picos esporádicos, la cooperación antiterrorista sigue vigente, pero el comercio a través de las ciudades autónomas lucha por recuperar la fluidez de antaño.
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