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Festival de música sagrada de Fez: una celebración de conexiones espirituales
A medida que el sol se ocultaba tras las antiguas murallas de Bab Makina, comenzó la 28ª edición del Festival de Música Sagrada de Fez, invitando al público a un reino donde la tradición y la trascendencia se entrelazaban sin esfuerzo.
Curada bajo el evocador tema "Renacimientos: De la naturaleza a lo sagrado", la noche inaugural de este año ofreció un viaje meticulosamente elaborado a través del sonido, el movimiento y la expresión espiritual, presentando a un extraordinario conjunto de artistas de todos los continentes y tradiciones.
La Princesa Lalla Hasnaa de Marruecos presidió la ceremonia inaugural, otorgando un prestigio real a esta celebración anual de la música sagrada global.
El primer día del festival mostró Le Deba, un ritual sufí hipnotizante realizado por mujeres de Mayotte en las Islas Comoros. Sus cantos y movimientos rítmicos invocaron siglos de devoción y patrimonio cultural.
Construyendo sobre esta base del sufismo africano, el escenario recibió a Omar Areej Mawlidi, cuyas profundas canciones sufíes omaníes conectaron el abismo espiritual entre la península arábiga y el norte de África.
Guiando al público a través de esta odisea auditiva estuvo el actor y narrador maliense Habib Dembélé, cuya narración resonante entrelazó las diversas actuaciones de la noche con el poder atemporal de la tradición oral.
Las artes sagradas de África Occidental ocuparon el centro del escenario cuando se desplegó Le Zaouli de Manfla, su intrincado baile enmascarado encarnando la sabiduría ancestral con una precisión asombrosa. La experiencia se intensificó con la presencia imponente de Les Échassiers, quienes, con sus movimientos en zancos, crearon un puente viviente entre la tierra y el cielo. La Compañía Méhansio de Costa de Marfil siguió, canalizando una energía primigenia a través de un baile ritual de leopardo caracterizado por una artisticidad disciplinada.
El viaje espiritual continuó con los Kassaïdes mourides de Senegal, provenientes de Dahira Safinatoul Aaman, cuyos himnos devocionales celebraron el camino sufí del Sheikh Amadou Bamba.
El patrimonio místico de Marruecos se reveló a través de Le Sama de Meknès, donde los derviches giradores danzaban en armonía celestial, sus movimientos formando una oración visual. En un contrapunto sorprendente, la mezzo-soprano corsa Battista Acquaviva revitalizó la música sagrada renacentista, su voz cristalina resonando en el patio como una revelación de otra era.
La noche alcanzó su clímax con la poderosa actuación de los Tambours du Burundi, cuya maestría polirrítmica transformó el espacio en un templo pulsante de sonido.
Detrás de esta obra maestra multisensorial estaban los creadores visionarios: la concepción y puesta en escena magistrales de Alain Weber, la coreografía evocadora de Jean-Paul Méhansio y el diseño de iluminación luminoso de Christophe Olivier, todo realzado por proyecciones inmersivas de Spectaculaires.
A medida que las últimas notas se desvanecían en la noche de Fez, la ceremonia inaugural se erguía como un testimonio viviente de la misión perdurable del festival: ilustrar, a través del lenguaje universal del arte sagrado, las profundas conexiones que unen a la humanidad a través de culturas, épocas y creencias.
Con ocho días más de programación por delante, este año el festival promete ser un verdadero renacimiento del espíritu, invitando a los asistentes a redescubrir lo que significa ser humano en un mundo en constante cambio.
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