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Vida doméstica: El peso invisible de las desigualdades entre mujeres y hombres Un día a día desequilibrado a pesar de las apariencias
En 2025, las desigualdades domésticas persisten con sorprendente tenacidad. Una reciente encuesta del instituto Ifop, realizada con 5,026 europeos para Consolab, destaca una realidad a menudo ignorada: las mujeres todavía dedican significativamente más tiempo a las tareas domésticas que los hombres. En promedio, ellas pasan tres horas y media al día en estas tareas, frente a solo dos horas para sus parejas masculinas.
Más allá de los números, este desequilibrio revela una dinámica mucho más sutil y profunda: la carga mental y el trabajo emocional que las mujeres asumen, frecuentemente sin reconocimiento explícito.
Una división de tareas aún muy genderizada
Según la encuesta, el 73% de las mujeres afirma realizar más tareas domésticas que su pareja, mientras que solo el 16% de los hombres siente lo mismo. Estas disparidades son evidentes en todos los países europeos, con variaciones significativas: en Italia, el 69% de las mujeres considera que hace "mucho más" que su pareja, comparado con el 44% en Francia y España, y el 43% en Alemania y el Reino Unido.
Estas cifras reflejan una brecha persistente en cómo las parejas gestionan la vida diaria. Incluso cuando los hombres participan más, su implicación se percibe a menudo como una "ayuda puntual" en lugar de una co-responsabilidad verdadera.
El peso invisible del trabajo emocional
Más allá de las tareas visibles como la limpieza, la cocina o la gestión de los niños, hay otra carga que pesa sobre los hombros de las mujeres: el trabajo emocional. Este concepto se refiere a la gestión y regulación de las emociones en las relaciones sociales, que sigue siendo asumido en gran medida por las mujeres en los hogares.
En una sociedad patriarcal, a menudo se anima a los hombres a mantener una fachada neutra y estoica, ocultando sentimientos de tristeza, estrés o ansiedad. Como resultado, son las mujeres quienes frecuentemente asumen el papel de escuchar, empatizar y proporcionar consuelo emocional a los miembros de la familia, tanto niños como adultos.
Una madre comparte: "Cuando es su turno de cuidar a los niños, él sigue trabajando y los deja jugar en un rincón. Pero cuando ellos discuten o se impacientan, vienen a verme para que gestione sus frustraciones. Y cuando es mi turno, son más exigentes y pegajosos."
Así, incluso en hogares donde las tareas parecen distribuidas equitativamente en papel, la realidad es a menudo muy diferente: las mujeres deben esforzarse el doble para compensar este desequilibrio emocional y mental.
Una lenta evolución de mentalidades
Mientras los debates sobre la violencia contra las mujeres y las desigualdades de género ocupan un lugar cada vez mayor en el espacio mediático, los comportamientos evolucionan aún demasiado lentamente. La pandemia de COVID-19, de hecho, exacerbo estas desigualdades, poniendo de relieve la carga adicional soportada por las mujeres, ya sea en la gestión de los niños o el teletrabajo.
Para una mujer entrevistada: "Durante el confinamiento, mis amigas envidiaban mi situación. Mi marido comparte todo al 50/50, en papel. Pero en realidad, tengo que poner el doble de energía para que funcione."
Caminos para reequilibrar la balanza
Frente a estos hallazgos, están surgiendo varias iniciativas para sensibilizar e involucrar más a los hombres en las tareas domésticas y el trabajo emocional. Las campañas públicas, los talleres de crianza y las discusiones abiertas sobre la carga mental contribuyen gradualmente a un cambio de mentalidad.
Sin embargo, no se trata solo de repartir el tiempo de manera equitativa. También es crucial reconocer el valor del trabajo invisible realizado por las mujeres y redefinir las expectativas sociales hacia los hombres, especialmente en lo que respecta a la expresión emocional y la gestión de lo inesperado.
Hacia un futuro más equitativo
Si bien el camino aún es largo, la toma de conciencia sobre las desigualdades domésticas y emocionales marca un primer paso hacia una sociedad más equilibrada. La igualdad no puede reducirse a cifras o promedios; requiere un verdadero cambio cultural para reconocer y valorar el papel de cada uno en la esfera privada.
Así, el desafío no radica únicamente en compartir las tareas, sino en una redefinición de las dinámicas familiares, donde cada miembro pueda sentirse escuchado, apoyado y respetado.
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