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La Primera Ministra de Japón enfrenta un dilema del tamaño del sumo
Crece la expectación entre los aficionados al sumo en Japón mientras todos esperan ver si la primera ministra, Sanae Takaichi, desafiará siglos de tradición al entrar en el ring sagrado para entregar el trofeo del torneo de Fukuoka a finales de este mes.
Desde hace siglos, las mujeres tienen prohibido entrar al dohyo, el cuadrilátero donde se celebran los combates, debido a una creencia del sintoísmo, la religión autóctona de Japón, que las considera “impuras” por la sangre menstrual. Actualmente, las mujeres solo pueden participar como luchadoras o árbitras en el sumo amateur, pero no en el profesional.
El portavoz del gobierno, Minoru Kihara, declaró que “la primera ministra desea respetar la tradición y la cultura del sumo”, y añadió que el gobierno aún no ha decidido si Takaichi entregará personalmente el trofeo. Su comentario sugiere que la mandataria, conocida por su postura conservadora, podría optar por evitar un choque directo con la Asociación Japonesa de Sumo.
El debate no es nuevo. En 1990, la primera secretaria jefe del gabinete, Mayumi Moriyama, fue rechazada cuando intentó entregar el trofeo del primer ministro. Una década después, en 2000, la gobernadora de Osaka, Fuse Ohta, tuvo que entregar su premio desde una pasarela junto al ring.
En 2018, la polémica volvió a estallar cuando varias mujeres entraron en el dohyo para auxiliar al alcalde de Maizuru, que se había desplomado durante una exhibición. Tras el incidente, los organizadores esparcieron sal para “purificar” el ring, lo que reavivó las críticas por la discriminación de género en el sumo.
Con la llegada de la primera mujer al frente del gobierno japonés, la final de Fukuoka podría convertirse en un momento histórico: ¿respetará Takaichi la tradición quedándose fuera del dohyo o dará un paso al frente, rompiendo una de las costumbres más intocables del país?
