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La frágil democracia de Malí enfrenta un giro autocrático bajo Assimi Goita
La democracia en Malí está bajo una amenaza creciente mientras el presidente Assimi Goita consolida su poder, prohibiendo los partidos políticos y atacando a los líderes opositores. Estos acontecimientos han desatado amplias protestas en Bamako, generando preocupación por el futuro democrático del país.
Consolidación del poder
El 13 de mayo, el líder militar maliense, el general Assimi Goita, anunció una prohibición generalizada de los partidos políticos y las organizaciones, marcando un paso significativo hacia la autocracia. Este cambio político ocurre mientras Malí enfrenta una serie de desafíos, incluida la inestabilidad económica, la presencia de milicias armadas y la actividad terrorista. Grupos vinculados a Al Qaeda han devastado regiones rurales, matando a civiles y destruyendo aldeas alejadas de la capital, Bamako.
Goita llegó al poder tras liderar dos golpes de estado en 2020 y 2021, posicionándose inicialmente como una figura estabilizadora que prometió restaurar las elecciones democráticas. Sin embargo, desde que asumió el liderazgo, ha desmantelado sistemáticamente las instituciones democráticas. En 2022, destituyó a los líderes civiles, retrasó las elecciones indefinidamente y expulsó a los cascos azules de la ONU, reemplazándolos por paramilitares del grupo Wagner. También retiró a Malí de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) y se unió a la recién formada Alianza de Estados del Sahel.
La transición hacia el autoritarismo se aceleró el 10 de abril de 2024, cuando el Consejo Nacional de Transición extendió la presidencia de Goita hasta 2030. El consejo también suspendió indefinidamente todas las actividades políticas, silenciando efectivamente las voces opositoras.
Represión de la disidencia
Protestas públicas estallaron en Bamako los días 3 y 4 de mayo tras la controvertida decisión del consejo. Los manifestantes portaban pancartas que decían: “Abajo la dictadura, viva la democracia”. El régimen respondió formalizando la prohibición de los partidos políticos, un movimiento anunciado por Mamani Nassire, ministro de reforma política, en la televisión estatal. La prohibición desmanteló no solo las organizaciones políticas, sino que también impuso severas restricciones a sus operaciones, con consecuencias legales para los infractores.
Los informes sobre el secuestro de líderes opositores han intensificado los temores de un retorno a la era opresiva del presidente Moussa Traoré, cuya dictadura terminó con el establecimiento de la democracia en 1991. Human Rights Watch ha alertado sobre la desaparición de figuras clave de la oposición, incluidos Abba Alhassane del partido CODEM y El Bachir Thiam del partido Yelema. Testigos describen a hombres enmascarados, supuestamente gendarmes, que se llevaron por la fuerza a estos líderes, lo que ha generado acusaciones de secuestros patrocinados por el estado.
Una democracia en peligro
Los críticos sostienen que estas acciones marcan la muerte de la frágil democracia de Malí, convirtiendo al país en una dictadura de facto. Muchos trazan paralelismos con el régimen de Traoré, advirtiendo que los avances logrados desde el golpe de 1991 están siendo sistemáticamente revertidos.
Mientras Malí enfrenta crecientes desafíos nacionales e internacionales, el control autoritario de Assimi Goita amenaza no solo la gobernanza democrática, sino también la capacidad del país para abordar sus problemas económicos, de seguridad y sociales más apremiantes. Las protestas en Bamako reflejan el creciente descontento entre los ciudadanos que temen la erosión de sus derechos y libertades bajo un régimen cada vez más autocrático.
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