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El Polisario visto por Japón

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El Polisario visto por Japón
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Desde 2013, Japón ha clasificado discretamente pero con firmeza al Frente Polisario como un grupo terrorista en su Índice Internacional del Terrorismo, publicado por la Agencia de Inteligencia de Seguridad Pública (PSIA). Aunque poco conocida por el gran público, esta decisión refleja una visión geopolítica clara y una evaluación rigurosa del riesgo que representa el grupo en el contexto del norte de África y el Sahel.

Esta designación se produjo tras el ataque terrorista de In Amenas, en Argelia, en enero de 2013, donde varios técnicos japoneses perdieron la vida. El atentado reveló la ineficacia de los servicios de inteligencia y del ejército argelinos, lo que impulsó a Japón a reconsiderar su estrategia de seguridad en la región. Desde entonces, el Polisario permanece en la lista japonesa de organizaciones terroristas, y esta clasificación se actualiza regularmente como señal de una vigilancia continua.

No fue una decisión impulsiva. Ya en 2011, la inteligencia japonesa había emitido alertas sobre las actividades del Polisario, incluyéndolo en su lista prioritaria de amenazas emergentes. Dos años de investigaciones confirmaron la peligrosidad del grupo, estableciendo a Japón como uno de los primeros países en asumir públicamente el riesgo que representa el Polisario. Esta postura firme ha influenciado tanto a los medios japoneses como a los investigadores académicos.

La literatura japonesa y su juicio crítico al Polisario

Uno de los hitos más importantes en esta línea fue la publicación en 2015 del libro El reverso de los campamentos de refugiados: el conflicto del Sáhara Occidental y Tinduf, del historiador japonés Matsumoto Shōji, con colaboración del experto marroquí El Mostafa Rezrazi. La obra, basada en archivos y trabajo de campo, ofrece una evaluación sin ambigüedades: el Frente Polisario es, según Matsumoto, una organización terrorista.

El autor también documenta desvíos de ayuda humanitaria en los campamentos de Tinduf y sugiere llevar a juicio a varios líderes del Polisario por prácticas ilegales con implicaciones en el derecho internacional. Además, analiza las violaciones de derechos humanos y los vínculos del Polisario con redes terroristas del Sahel. Para Matsumoto, los refugiados son usados como escudos políticos por una organización militarizada y opaca.

El libro, de 216 páginas, se convirtió en una referencia dentro de los estudios estratégicos japoneses. En 2017 fue citado en la comisión de Asuntos Exteriores de la Dieta (parlamento japonés), donde se planteó una cooperación más estrecha con Marruecos en materia de seguridad. El historiador advierte que la estrategia argelina de apoyar al Polisario amenaza la seguridad en el Indo-Pacífico, relacionando así el conflicto sahariano con intereses globales de Japón.

Una prensa japonesa clara y directa

Medios japoneses especializados como PanOrient News también han adoptado una visión crítica. En abril de 2025, el medio destacó la participación de combatientes del Polisario en Siria junto al régimen de Bashar al-Assad, información originalmente revelada por The Washington Post. Esta conexión fue usada para reafirmar la posición de las autoridades japonesas de considerar al Polisario como grupo terrorista.

PanOrient News citó una expresión contundente: Japón ve al Polisario como el fallecido rey Hassan II lo describía, "una célula cancerígena que obstaculiza el desarrollo y la estabilidad en el norte de África". Además, medios como Yomiuri Shimbun y Nikkei han respaldado la postura marroquí en múltiples ocasiones.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón (MOFA) mantiene alertas de riesgo para los viajeros en relación con zonas controladas por el Polisario. Think tanks como la Nippon Foundation y el Instituto Japonés de Asuntos Internacionales (JIIA) han documentado los vínculos del grupo con Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). En un informe de 2018, se expuso con claridad la relación entre ambos.

Un informe interno de 2022 de la Agencia Nacional de Policía de Japón, citado por la revista Japan-Defence Review, clasificó el eje Tinduf-Sahel como uno de los tres corredores africanos más propensos a albergar células yihadistas con capacidad para amenazar intereses japoneses. Se mencionan convergencias entre elementos del Polisario, AQMI y células de Daesh. Esta alarma también ha llegado al sector privado: desde 2023, la aseguradora Tokio Marine aplica una sobreprima para cualquier misión humanitaria cerca de Tinduf, por considerar el riesgo de secuestro “alto a muy alto”.

Una decisión del Estado profundo japonés

La postura de Japón sobre el Polisario no es fruto de un capricho diplomático ni de un gobierno específico. Es una decisión estratégica del aparato soberano del Estado japonés, y representa una línea roja. Aunque en Argel lo asumen con resignación, las autoridades japonesas mantienen una discreción diplomática, conscientes de la implicación directa de Argelia en la creación y mantenimiento del Polisario.

Japón no reconoce la autoproclamada RASD (República Árabe Saharaui Democrática) y ha rechazado reiteradamente cualquier diálogo oficial con el Polisario. Desde hace años, se alinea con la propuesta marroquí de autonomía bajo soberanía nacional. Ya en 2005, la visita oficial del rey Mohammed VI a Japón coincidió con el 30º aniversario de la Marcha Verde, reforzando los lazos bilaterales.

Incluso cuando Argelia financió una asociación llamada Japan-Sahara Association en 2006 para intentar ganar simpatía pública en Japón, la maniobra fracasó: el grupo desapareció tras unos meses de actividad marginal. En 2024, el Ministerio japonés de Asuntos Exteriores reafirmó su posición: no reconocer a la RASD es una política “invariable e irreversible”.

Think tanks como la Sasakawa Peace Foundation destacan las oportunidades económicas y la estabilidad marítima y energética que ofrece el plan de autonomía marroquí, así como su importancia para las inversiones en el Sahel.



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