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Argelia y el Sahara marroquí: un avance fútil que profundiza el aislamiento de la junta militar
Argelia continúa manteniendo su fachada como observador imparcial en el asunto del Sahara marroquí, a pesar de sus incansables maniobras diplomáticas destinadas a socavar a Marruecos. Esta duplicidad expone la hipocresía de su régimen militar, que se encuentra atrapado en contradicciones, aislamiento y una serie de reveses internacionales.
Mientras Argelia afirma no estar directamente involucrada en el conflicto artificial sobre el Sahara marroquí, está fuertemente invertida en apoyar a los mercenarios del Polisario. Este considerable compromiso financiero, militar y diplomático contrasta marcadamente con sus declaraciones oficiales, revelando una obsesión poco saludable con Marruecos.
El régimen militar se ha negado a participar en discusiones organizadas por la ONU, insistiendo en negociaciones directas con el Polisario, tratando así de imponer una narrativa sesgada sobre el conflicto.
El actual panorama geopolítico no favorece a Argelia. Desde que Estados Unidos reconoció la soberanía de Marruecos sobre su Sahara en 2020, Argelia ha enfrentado una serie de derrotas diplomáticas. España calificó el plan de autonomía de Marruecos como una solución "seria y creíble" en 2022, seguido por Francia en 2024 y varios otros países europeos. El aislamiento de Argelia se hizo evidente cuando su llamado a la retirada de embajadores de Madrid y París no tuvo efecto en las posiciones de estos países.
Además, su elección como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU no ha fortalecido su estatus diplomático; las propuestas de Argelia han sido sistemáticamente rechazadas, incluso por Rusia, un aliado de larga data que ha declinado apoyar sus intentos de ampliar el mandato de la MINURSO.
Argelia también está perdiendo terreno en África. Desde el regreso de Marruecos a la Unión Africana en 2017, el reconocimiento de la república autoproclamada ha disminuido. Numerosos países africanos han establecido consulados en Laâyoune y Dakhla, afirmando su reconocimiento de la soberanía marroquí sobre su Sahara.
Incapaz de detener esta tendencia, Argelia intenta desesperadamente reorganizar una Unión del Magreb sin Marruecos, un proyecto que lucha por ganar tracción más allá de una Túnez debilitada y una Libia dividida.
A la luz de su impotencia diplomática, Argelia y el Polisario han intentado escalar las tensiones militares. Desde noviembre de 2020, las fuerzas del Polisario han amenazado con un regreso a la "guerra", una provocación que no ha resonado internacionalmente. Luchando por materializar una escalada militar, el Polisario se encuentra atrapado en una dicotomía entre una retórica agresiva y una realidad militar estancada. Argelia, por su parte, no puede permitirse un conflicto directo con Marruecos sin enfrentarse a una respuesta contundente.
El posible regreso de Donald Trump a la presidencia estadounidense en 2025 podría aislar aún más a Argelia, reforzando el apoyo estadounidense a la posición marroquí. Mientras tanto, Marruecos continúa avanzando diplomáticamente, económicamente y militarmente, consolidando su papel como un actor clave en África y Oriente Medio.
Argelia, atrapada en una retórica desfasada y estrategias obsoletas, se debilita cada vez más en el escenario internacional. Su fijación en el Sahara marroquí como una obsesión nacional solo amplifica sus fracasos, dejándola desconcertada ante una realidad que se escapa cada vez más de su control.
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