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Reformar las universidades de Marruecos: Un imperativo nacional
El sistema universitario de Marruecos está en crisis. A medida que el número de graduados aumenta cada año, también lo hace el número de desempleados entre ellos. La paradoja es difícil de ignorar: cuanto más títulos otorgan nuestras universidades, más desconectadas parecen estar de las verdaderas necesidades del país. ¿Deberíamos sorprendernos realmente, cuando la brecha entre la formación académica y las demandas de la economía nacional sigue ampliándose? ¿Y cuánto tiempo más podemos permitirnos ignorar una situación que arriesga vaciar la educación superior de su significado y propósito social?
Es hora de confrontar las limitaciones de nuestro modelo universitario actual. En muchos casos, ya no está a la altura de la rápida transformación del tejido socioeconómico de Marruecos ni de las aspiraciones de un país que busca un futuro industrial y tecnológico.
Reformar ya no es opcional
Facultades de derecho y humanidades abarrotadas, la producción masiva de títulos genéricos, la falta de planificación coherente y la persistente descoordinación entre los programas académicos y las perspectivas laborales no son problemas aislados; son signos de un profundo malestar estructural. Reformar la universidad ya no es opcional. Es una necesidad estratégica.
¿Podemos seguir graduando a miles de estudiantes cada año en campos que no ofrecen caminos profesionales claros? Plantear esta cuestión no es un ataque a las humanidades o los estudios jurídicos, sino un llamado a la realidad. Debemos tener el valor de cuestionar la sostenibilidad de un sistema que continúa produciendo títulos en filosofía, literatura y derecho cuando el mercado laboral está saturado y, en gran medida, es poco receptivo a estos perfiles. La solución no es eliminar estas disciplinas, sino reimaginarlas—refocalizándolas en la excelencia, el pensamiento crítico y la relevancia social—mientras se reequilibran con programas técnicos y profesionales alineados con las prioridades nacionales.
Reposicionar la universidad como motor de transformación económica
Campos como la tecnología de la información, la energía renovable, la ingeniería industrial, la inteligencia artificial y los servicios técnicos son palancas vitales para el futuro de Marruecos. Deberían estar en el centro de una nueva visión universitaria. Establecer trayectorias profesionales dentro de las facultades tradicionales—o transformar algunas facultades en escuelas de educación superior aplicada—es ahora urgente. El objetivo no es solo mejorar la empleabilidad juvenil, sino reposicionar a la universidad como motor de transformación económica.
Ninguna reforma universitaria puede tener éxito sin devolver valor al papel del profesor e investigador universitario. Los académicos no deben ser reducidos a meros transmisores pasivos de conocimiento. Deben ser reconocidos como productores activos de conocimiento, innovadores y agentes de desarrollo. Esto requiere sistemas de evaluación rigurosos basados en la calidad docente, la investigación sólida y la publicación académica. El avance profesional ya no debe ser automático; debe ganarse. Asimismo, el desarrollo profesional continuo debe convertirse en un componente central de la trayectoria académica, asegurando que el profesorado se mantenga a la vanguardia del progreso pedagógico y científico.
También debemos poner fin a la proliferación de llamados “centros de investigación” que existen solo de nombre. Muchos de estos centros fueron establecidos por razones administrativas más que académicas, y pocos han producido estudios serios o han contribuido a proyectos científicos a gran escala. Aquí también deben aplicarse estándares estrictos: ninguna reconocimiento sin un verdadero output de investigación o compromiso genuino.
Reenlazando certificación y cualificación
La lógica que considera el título como un fin en sí mismo es un callejón sin salida. Un diploma debe señalar una competencia real—no servir como un pasaporte para el empleo independientemente de las habilidades. Sin embargo, la confusión entre certificación y cualificación persiste. El resultado es un número creciente de graduados con una formación inadecuada, enfrentando oportunidades limitadas y una creciente frustración. Debemos volver a la misión central de la educación: garantizar que los títulos reflejen competencias reales, tanto teóricas como prácticas.
Repensar no significa eliminar. Las humanidades, las ciencias sociales y el derecho deben seguir formando parte del paisaje académico, pero bajo un renovado contrato pedagógico y social. Estos campos deben esforzarse por la excelencia, la innovación y la relevancia en el mundo actual. Al mismo tiempo, las disciplinas aplicadas deben recibir mayores recursos, visibilidad y atractivo.
La reforma universitaria no puede separarse de la reforma del sistema de investigación científica, que también sufre de falta de financiación y reconocimiento. Es hora de construir un verdadero pacto nacional por la educación superior—uno basado en calidad, innovación, relevancia y alineación con las necesidades futuras del país.
La universidad no debe ser tratada más como una fábrica de títulos. Debe reclamar su legítimo papel como un espacio vital para el conocimiento, las habilidades y la posibilidad.
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