-
16:50
-
16:20
-
15:50
-
15:20
-
14:50
-
14:20
-
13:20
-
12:50
-
12:20
-
11:50
-
11:30
-
11:23
-
11:20
-
11:00
-
10:50
-
10:40
-
10:30
-
10:20
-
10:00
-
09:50
-
09:30
-
09:20
-
09:00
-
08:50
-
08:30
-
08:20
-
08:00
-
07:50
-
07:30
-
07:05
Síguenos en Facebook
Claudia Cardinale: un legado eterno en el cine europeo
Claudia Cardinale, una de las figuras más icónicas del cine europeo, falleció el 23 de septiembre de 2025 a los 87 años. Su partida marca el final de un capítulo dorado en la historia del cine y recuerda al mundo cultural el papel profundo que los artistas desempeñan en la construcción de la memoria y el patrimonio. Nacida en Túnez en 1938, de padre siciliano y madre francesa, Cardinale creció en el barrio popular de La Goulette. Su crianza cosmopolita moldeó un carácter a la vez radiante y reservado, lejos de toda ambición temprana por una carrera en el cine.
Un camino inesperado hacia la pantalla
La entrada de Cardinale en el cine fue fortuita. A los 16 años ganó el concurso de la italiana más bella en Túnez, lo que la llevó al Festival de Cine de Venecia. Aunque reacia, pronto llamó la atención de cineastas italianos. El director Mario Monicelli la convenció para aparecer en Rufufú (1958), película que lanzó su carrera. Lo que comenzó como un desvío fortuito pronto se convirtió en vocación, transformando a una joven maestra en uno de los rostros del cine internacional.
El despegue y el reconocimiento global
Cardinale se dio a conocer en Francia con Cartouche (1962) junto a Jean-Paul Belmondo, pero fueron sus interpretaciones en Rocco y sus hermanos (1960) y El gatopardo (1963), dirigidas por Luchino Visconti, las que consolidaron su reputación mundial. Su presencia se impuso tanto en el cine de autor como en las grandes producciones internacionales.
Durante las décadas de 1960 y 1970 colaboró con cineastas legendarios como Federico Fellini en 8½, Sergio Leone en Hasta que llegó su hora, Philippe de Broca y Henri Verneuil. Su atractivo mediterráneo se prestaba a personajes de nobleza y fragilidad, pasión y dignidad, convirtiéndola en un símbolo de libertad y elegancia en pantalla.
Más allá del mito, una vida de resiliencia
Detrás del glamour, Cardinale enfrentó pruebas personales. De joven sufrió una agresión que derivó en el nacimiento de su hijo, cuya existencia se vio obligada a ocultar en un primer momento. Más tarde reconoció esta dolorosa verdad, enmarcándola como fuente de la fuerza e independencia que la definieron.
Su matrimonio con el productor Franco Cristaldi, también su mentor, desempeñó un papel decisivo en la construcción de su carrera. Con el tiempo, se hizo conocida no solo por su arte, sino también por su voz en defensa de la apertura cultural. Políglota, Cardinale defendió la creatividad, formó parte del jurado de Cannes en la década de 1990 y se comprometió con causas sociales y culturales a lo largo de su vida.
Una influencia perdurable
La filmografía de Cardinale abarca más de 150 obras, desde éxitos populares hasta obras maestras que permanecen en la memoria colectiva. Su contribución continúa inspirando a cineastas y actores, reforzando el valor de la autenticidad y la integridad artística en el cine.
Su muerte llega en un momento en que la industria cinematográfica enfrenta transformaciones digitales y desafíos pospandémicos, lo que hace que su legado sea aún más vital. Se esperan homenajes en importantes festivales de cine, que subrayarán su papel como modelo de resiliencia y arte para las generaciones futuras.
Una memoria perdurable para el cine europeo
Claudia Cardinale deja no solo interpretaciones inolvidables, sino también el ejemplo de una mujer que vivió con dignidad, fuerza y entrega a su oficio. Su historia encarna una visión audaz y plural del cine europeo. Para cinéfilos, críticos y cineastas, su memoria permanece como una luz orientadora para un arte que busca verdad y profundidad.