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Las Tasas de Agresión Sexual Militar Superan Con Creces las Estimaciones Oficiales
En una revelación sorprendente que desafía la narrativa de larga data del Pentágono, un estudio innovador del Instituto Watson de la Universidad de Brown sugiere que las tasas de agresión sexual en el ejército de EE. UU. podrían ser de dos a cuatro veces mayores de lo que indican las estimaciones gubernamentales. Esta investigación reveladora, realizada por el Proyecto Costos de la Guerra, arroja una dura luz sobre un problema persistente que ha aquejado a las fuerzas armadas durante décadas.
El estudio, publicado el miércoles, comparó meticulosamente los datos del Departamento de Defensa (DoD) sobre agresiones sexuales con fuentes independientes para reconstruir una imagen más precisa de la situación desde 2001. Los hallazgos son alarmantes: mientras que el DoD estimó aproximadamente 35,900 casos en 2021 y alrededor de 29,000 en 2023, los investigadores de la Universidad de Brown proponen cifras tan altas como 75,569 y 73,695 para esos años, respectivamente.
"Este informe destaca un rango intermedio — de dos a cuatro veces superior a las estimaciones del DoD — como el que probablemente proporciona los números más precisos", afirmaron los autores, subrayando la significativa discrepancia entre las cifras oficiales y la dura realidad enfrentada por los miembros del servicio.
La metodología del estudio implicó analizar estudios independientes que consistentemente mostraron estimaciones más altas de miembros en servicio activo que experimentaron agresión sexual. Al comparar estos estudios con los números del Departamento de Defensa, los investigadores pudieron ofrecer una imagen más completa del verdadero alcance del problema.
Hasta el momento del informe, el Pentágono no había respondido a las solicitudes de comentarios sobre estos hallazgos.
El informe pone de relieve varios casos de alto perfil que han galvanizado la atención pública y provocado llamados a la reforma. Entre ellos está la trágica historia de Vanessa Guillén, una soldado destacada en Fort Hood (ahora Fort Cavazos), Texas. Guillén había informado de acoso sexual en la base antes de ser supuestamente asesinada por otro soldado, Spc. Aaron Robinson. Su muerte en abril de 2020 encendió un movimiento nacional por la reforma militar, culminando en la aprobación de la Ley "Yo Soy Vanessa Guillén" en 2022. Esta legislación marcó un cambio significativo en la forma en que el ejército maneja las investigaciones y denuncias relacionadas con el abuso sexual.
Otro ejemplo conmovedor citado en el informe es el caso de Elder Fernandes, otro soldado en Fort Hood, quien murió por suicidio en 2020 tras experimentar lo que el Ejército describió como "contacto sexual abusivo". Estos casos subrayan el costo humano de la lucha del ejército por abordar y prevenir eficazmente la agresión sexual dentro de sus filas.
El momento de este informe es particularmente significativo, ya que llega justo un año después de que un informe del Pentágono revelara un aumento del 18% en los informes de agresión sexual en las tres academias militares del país de 2021 a 2022, un nuevo y preocupante récord. Además, un informe del Servicio de Investigación del Congreso de 2021 ya había insinuado la posibilidad de que la mayoría de los delitos sexuales en el ejército estaban quedando sin reportar, dando credibilidad a los hallazgos del estudio de la Universidad de Brown.
Una de las reformas más sustanciales surgidas de esta crisis en curso es la Ley Yo Soy Vanessa Guillén, que eliminó a los comandantes militares de las investigaciones de agresión sexual y las sometió a fiscales independientes. El informe del Proyecto Costos de la Guerra describe esto como "el mayor cambio al UCMJ desde que el ejército creó su propio sistema legal en 1950", refiriéndose al Código Uniforme de Justicia Militar.
Sin embargo, el informe va más allá, sugiriendo que las guerras de EE. UU. en Irak y Afganistán tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 podrían haber exacerbado el problema. Los autores argumentan que estos conflictos relegaron los problemas de larga data como la agresión sexual, el racismo y otras formas de discriminación a una preocupación secundaria frente a la preparación para la guerra.
"En palabras del propio Secretario del Ejército, ir a la guerra ha impedido que el ejército se enfrente institucionalmente a su vergonzosa epidemia prolongada de agresión sexual", escribieron los autores, destacando la compleja interacción entre las prioridades operativas del ejército y sus desafíos culturales internos.
Este estudio innovador sirve como un recordatorio contundente del trabajo que queda por hacer para abordar la agresión sexual dentro del ejército de EE. UU. Desafía no solo la precisión de las estadísticas oficiales, sino también la efectividad de las medidas actuales de prevención y respuesta. A medida que la nación lidia con estas revelaciones, la presión aumenta sobre el liderazgo militar y los responsables de políticas para implementar estrategias más robustas y efectivas para combatir este problema omnipresente.
La discrepancia entre las estimaciones oficiales y los hallazgos del estudio plantea preguntas críticas sobre transparencia, responsabilidad y el verdadero alcance del problema. Subraya la necesidad urgente de reformas continuas, mecanismos de denuncia mejorados y un cambio cultural dentro del ejército para crear un entorno donde los miembros del servicio se sientan seguros para reportar incidentes y confiados en que sus quejas serán tomadas en serio.
A medida que esta historia continúa desarrollándose, está claro que la lucha contra la agresión sexual en el ejército está lejos de haber terminado. El estudio de la Universidad de Brown podría servir como un catalizador para esfuerzos renovados para abordar este problema crítico, asegurando que aquellos que sirven a su país estén protegidos del daño dentro de sus propias filas.